Dando a conocer mí humilde opinión he de confesar que para
mi hay tres tipos de clase en el mundo:
Las que son pésimas y por ello intentas evadirte de la
realidad, las que son inolvidables debido a que el profesor te sumerge en la
asignatura, y todas las demás (aburridas, plúmbeas, etc...)
Para mi, la clase de filosofía ha sido del segundo tipo, una
clase amena en la que he disfrutado y al mismo tiempo aprendido una serie
de conocimientos que nunca habría llegado a imaginar.
Reconozco que en el anterior curso veía a la filosofía con
cierto temor por la falta de conocimiento sobre esa asignatura, pero desde el
primer momento que pise la susodicha clase solo me limite a escuchar, a
aprender, a replantearme lo aprendido y sobre todo a pasar dichos conocimientos
a la práctica; También he de admitir que mi especial atención en estas clases
fue también conseguida por el humor irónico de nuestro querido profesor, quien
con sus chistes y sobre todo sus explicaciones hizo de esta clase una especie
de "Escuela de Atenas " en la
que nos ponía a prueba a todos los alumnos.
He de añadir que es cierto que la filosofía es una
asignatura muy compleja y que conlleva un duro trabajo, pero reconozco que
merece la pena las horas que he leído,
estudiado y comprendido la filosofía.
Tras haber asistido a estas clases me he dado cuenta que la
filosofía en cierto modo es como la opera.
Puede que la escuches por primera vez y que no te guste
absolutamente nada y por ello no volverla a escuchar, o por el contrario, que te
guste tanto que llegue a apasionarte.
En mi caso, aunque no haya estudiado filosofía el
suficiente tiempo como para saber con claridad si de verdad quisiera estudiarla
en profundidad, he de reconocer que como en el caso de la opera, la filosofía
me ha conquistado.
Esta clase a sido inolvidable para mi.
Un placer haber escrito este artículo y un placer haber
tenido la oportunidad de haber formado parte de su clase.
El pensador de Rodin.